¿Puede el ser humano hacerse responsable de los muchos compromisos, de su trabajo, de su vida social y afectiva-sexual futura y de sus hijos si no aprendió a hacerse responsable de sí mismo dentro del grupo familiar?
La responsabilidad
no es el último valor que debamos inculcarle al niño o a la niña como pudiera
deducirse de este orden de presentación de ideas o secuencialidad en que se han
venido exponiendo los valores fundamentales: respeto, autoestima, diálogo y
responsabilidad. La formación del hijo/alumno que queremos ver desempeñándose
exitosamente por la vida, del ciudadano que esperamos ver transformando la
sociedad de manera constructiva, se forma integral y simultáneamente desde la
infancia.
En forma simultánea
deben llegarle los mensajes de respeto por las diferencias, cruciales en
la formación de su autoestima, los mensajes de confianza y amor
a través de la ternura y el diálogo que le permitan lograr una auténtica comunicación
y los mensajes de responsabilidad manifiestos en el adecuado cumplimiento de
nuestros deberes, pactos y promesas como padres y maestros lo cual, además de
significar buen ejemplo, se convierte en garantía del respeto por los derechos
fundamentales del niño, la niña y del adolescente y de otros miembros de la
familia y de la comunidad.
El niño o la niña,
desde los 2 años o antes, nos envía mensajes de que percibe y asimila
comportamientos que repite como imitación inicialmente, pero luego deja
manifiesto su espíritu solidario con quienes valora, trayendo por ejemplo las
pantuflas, en correspondencia con quienes ha aprendido a solidarizarse y
cumpliendo pequeños pedidos. Ese es el momento propicio para orientarle la
tarea de recoger sus juguetes y zapatos, por ejemplo, y que los acomode en un
lugar preestablecido en vez de convertirnos en su servidor (a) y recogerlos por
él o ella. Hay que aprovechar y reforzar o motivar su natural tendencia a hacer
algo por los demás en vez de permitir que todos hagan algo por él (ella) con lo
cual sólo se logra iniciarlo (a) en un camino de dependencia, al tiempo que se
consigue una vida de esclavitud para quienes deben atenderlo (a) y complacerlo
(a).
Los mensajes
subsiguientes del niño o la niña bien motivados, le seguirán dando a sus
cuidadores las pautas sobre qué irles estimulando: bañarse solos o cada vez con
menos acompañamiento, vestirse, doblar y guardar su ropa, entre otros, para la
progresiva formación de la voluntad y por consiguiente de la responsabilidad y
autonomía, tan necesarios en las personas que aspiran a tener éxito en
cualquier campo del desarrollo humano.
Los niños y las
niñas sin deberes se convierten en tiranos, y los niños y las niñas sin
derechos son esclavos y por lo tanto son carentes de oportunidades para formar
la autonomía que les permita actuar con criterio propio.
Reforzar el valor de la responsabilidad en
una etapa de la vida tan cercana a la pubertad y adolescencia en la que,
querámoslo o no, tomarán las decisiones que más les marcará la vida; junto con
reafirmar el auto respeto y la autoestima, fortalecerá internamente sus
personalidades con las únicas herramientas valiosas con las que los habremos
dotado para enfrentarse a esta crucial etapa de su existencia: “Dejar de ser
niño o niña para iniciar su carrera hacia la vida adulta”.
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